Es interesante entender el principio de donde la exposición original del belga Robertson partió, tanto del condicionamiento interno de los espectadores como de los efectos visuales, auditivos y olfativos. Es decir, ir más allá de la simple expectativa visual del teatro tradicional, a un escenario de múltiples percepciones a diferentes niveles que generan una nueva realidad momentánea, que independiente de la temática permite crea un vínculo directo con el espectador.
La arquitectura contemporánea debe aprender de éste vínculo con el usuario. No debe ser solamente una conexión visual, sino que explote el condicionamiento interno de las personas a través de sensaciones tanto visuales, como auditivas, palpables e incluso olfativas. Todo esto con el objetivo que un instante habitando un espacio sea un espectáculo perceptual.
E incluso, por qué no ir hasta medios o soportes inmateriales (elemento común de la exposición) como elementos no solo perceptuales sino también funcionales. Un espacio podría estar delimitado por vapor, como en la exposición de DIller+Scofidio. O podría emular condiciones externas para comodidad de sus habitantes, como en el Weather Pabillion en Londres.
Cada vez más la arquitectura se acerca a lo efímero e inmaterial, entonces también nos deberíamos acercar a estos “in-materiales”, precisamente por su calidad transitoria e inestables, no tanto por hacer alegoría a la muerte o la desaparición, sino al carácter temporal de nuestra época y su repercusión a escala espacial y urbana.
En conclusión, lo que anteriormente se asociaba a la muerte (ser efímero y transitorio) es cada vez más común en nuestra realidad, pero no en la arquitectura. Existen (gracias a nuevos medios) formas de acercarse a la contexto del usuario y generar nuevas posibilidades y dinámicas urbanas. E incluso, tratar de emular dicha realidad a través elementos “in-materiales” que representen pero también creen un nuevo contexto.
La arquitectura contemporánea debe aprender de éste vínculo con el usuario. No debe ser solamente una conexión visual, sino que explote el condicionamiento interno de las personas a través de sensaciones tanto visuales, como auditivas, palpables e incluso olfativas. Todo esto con el objetivo que un instante habitando un espacio sea un espectáculo perceptual.
E incluso, por qué no ir hasta medios o soportes inmateriales (elemento común de la exposición) como elementos no solo perceptuales sino también funcionales. Un espacio podría estar delimitado por vapor, como en la exposición de DIller+Scofidio. O podría emular condiciones externas para comodidad de sus habitantes, como en el Weather Pabillion en Londres.
Cada vez más la arquitectura se acerca a lo efímero e inmaterial, entonces también nos deberíamos acercar a estos “in-materiales”, precisamente por su calidad transitoria e inestables, no tanto por hacer alegoría a la muerte o la desaparición, sino al carácter temporal de nuestra época y su repercusión a escala espacial y urbana.
En conclusión, lo que anteriormente se asociaba a la muerte (ser efímero y transitorio) es cada vez más común en nuestra realidad, pero no en la arquitectura. Existen (gracias a nuevos medios) formas de acercarse a la contexto del usuario y generar nuevas posibilidades y dinámicas urbanas. E incluso, tratar de emular dicha realidad a través elementos “in-materiales” que representen pero también creen un nuevo contexto.
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